Le llamaban Leví, hijo de Alfeo. Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, pues esos impuestos eran para una nación extranjera. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Jesús pasando por su lado le dijo: “Ven y sígueme”. Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con Él, ya no a ganar dinero, sino almas. Después de Pentecostés, predicó en Etiopía y murió martirizado.
Fuente: Lectio Divina
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