«El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Compendio, 44).
Toda la vida de Jesús es revelación del Dios Uno y Trino: en la Anunciación, en el nacimiento, en el episodio de su pérdida y hallazgo en el Templo cuando tenía doce años, en su muerte y resurrección, Jesús se revela como Hijo de Dios de una forma nueva con respecto a la filiación conocida por Israel.
San Patricio (búscalo en el mes de marzo) tenía un modo muy original para enseñar la idea de un solo Dios en tres Personas distintas. Los paganos de su época, se imaginaban que las tres Personas divinas eran tres dioses. Para hacerse comprender, cogió San Patricio una hoja de trébol y señaló en ella las tres hojas pecioladas que forman el trébol. Este sencillo ejemplo fue suficiente para que aquellos paganos creyeran que las tres divinas Personas son un solo Dios.
Lo misterioso de la vida de Dios es que en Dios hay una sola sustancia, una sola esencia divina en tres divinas Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres Personas tienen la misma y única Voluntad, la misma Inteligencia, Amor y Sabiduría Infinitas. Las tres personas no son tres dioses, pues no hay tres naturalezas, sino una sola naturaleza divina en tres Personas divinas.
Una comparación: El Sol tiene tres facetas: luz, fuego y calor. No hay tres soles, sino un solo Sol con tres aspectos distintos. Algo parecido, sólo parecido, ocurre con Dios.
El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, tres Personas distintas en un solo Dios verdadero. Jesús dijo: «Yo y mi Padre somos una misma cosa». Y en otra ocasión dijo: «Enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
El misterio de la Santísima Trinidad es para nuestra inteligencia un misterio insondable.
Este misterio de la Santísima Trinidad lo creemos porque Dios nos lo ha revelado, con el fin de admirar la vida misteriosa e inefable de Dios, para así mejor amarle y adorarle.
Amemos a nuestro Dios, uno y trino, a Nuestro Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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Oración de Adoración a la Santísima Trinidad
Adoración al Padre Eterno.
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
Oración
Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción á los cielos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Oración
Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.
Adoración al Espíritu Santo
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oración
Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amántísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima proteccion de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.
Oración a la Santísima Virgen
Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencionar).
Fuente: Aciprensa
Toda la vida de Jesús es revelación del Dios Uno y Trino: en la Anunciación, en el nacimiento, en el episodio de su pérdida y hallazgo en el Templo cuando tenía doce años, en su muerte y resurrección, Jesús se revela como Hijo de Dios de una forma nueva con respecto a la filiación conocida por Israel.
San Patricio (búscalo en el mes de marzo) tenía un modo muy original para enseñar la idea de un solo Dios en tres Personas distintas. Los paganos de su época, se imaginaban que las tres Personas divinas eran tres dioses. Para hacerse comprender, cogió San Patricio una hoja de trébol y señaló en ella las tres hojas pecioladas que forman el trébol. Este sencillo ejemplo fue suficiente para que aquellos paganos creyeran que las tres divinas Personas son un solo Dios.
Lo misterioso de la vida de Dios es que en Dios hay una sola sustancia, una sola esencia divina en tres divinas Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres Personas tienen la misma y única Voluntad, la misma Inteligencia, Amor y Sabiduría Infinitas. Las tres personas no son tres dioses, pues no hay tres naturalezas, sino una sola naturaleza divina en tres Personas divinas.
Una comparación: El Sol tiene tres facetas: luz, fuego y calor. No hay tres soles, sino un solo Sol con tres aspectos distintos. Algo parecido, sólo parecido, ocurre con Dios.
El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, tres Personas distintas en un solo Dios verdadero. Jesús dijo: «Yo y mi Padre somos una misma cosa». Y en otra ocasión dijo: «Enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
El misterio de la Santísima Trinidad es para nuestra inteligencia un misterio insondable.
Este misterio de la Santísima Trinidad lo creemos porque Dios nos lo ha revelado, con el fin de admirar la vida misteriosa e inefable de Dios, para así mejor amarle y adorarle.
Amemos a nuestro Dios, uno y trino, a Nuestro Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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Oración de Adoración a la Santísima Trinidad
Adoración al Padre Eterno.
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
Oración
Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción á los cielos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Oración
Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.
Adoración al Espíritu Santo
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oración
Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amántísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima proteccion de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.
Oración a la Santísima Virgen
Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencionar).
Fuente: Aciprensa